Artículo publicado en la revista digital de CLAVE VISUAL #05
https://online.fliphtml5.com/vosbe/kdwa/#p=85
“Existen demasiadas fotografías que nunca contamos, quizás porque nunca logramos dotarlas de emotividad”
Muchas de nuestras jornadas están motivadas por ciertas “imágenes” que se encuentran en nuestra mente de forma latente, y que suscitan en nosotros la necesidad de hacerlas visible mediante fotografías. Esta dualidad entre imaginar y materializar que caracteriza al proceso creativo, muchas veces puede verse interrumpida por determinados factores que pueden llegar a depender o no de nosotros.
Haciendo caso omiso, en parte, al título de esta sección, os describiré la historia de dos fotografías que nunca conté. No me gustaría referirme a ellas con la negativa expresión de “intentos fallidos”, quizás sea más justo aludirlas como aproximaciones o progresiones durante el camino hacia la creación. Cada una de ellas tiene su valor, y forman parte de un proceso de descubrimiento, aprendizaje y evolución.
La primera fotografía que os muestro, pertenece a un momento de experimentación por las cercanías del Desierto de Tabernas. Decidí aquella mañana trabajar la abstracción por desenfoque sobre plantas. Mi sorpresa surgió cuando una espiga de avena, fuera de foco, comenzó a evocarme un cuerpo humano. Pasé en pocos segundo de la objetividad del detalle a la subjetividad de las formas. En ese instante decidí alinearla con otra planta para formar la cabeza de mi primer personaje. Ese día realicé algunas fotografías más, pero sin ir más allá de un simple individuo estático y sin mucha fuerza.
La imagen que la acompaña pertenece a otra salida. Seguía sin tener una idea clara, quizás esperaba a que la propia experimentación me susurrara al oído algún indicio sobre algo más concreto. Al llegar al lugar, una suave brisa me anunciaba que no era el día más adecuado para una sesión con el macro. Las plantas eran muy endebles, y era prácticamente imposible alinear las dos plantas. Aun así, pude robarle al viento la figura de un ahorcado, convirtiéndose en un descubrimiento muy valioso para poder progresar.
Una vez en casa, analizando las imágenes, me di cuenta de la expresividad que emanaba cada personaje según la disposición de las partes de las flores (partes del cuerpo). Por ello, considero que cada intento se tornó en una experiencia importantísima para poder esbozar una idea más sólida.
En la última sesión, decidí incluir más plantas para crear una escena donde interactuaran dos personajes, y que por sus ademanes evocaran a unos danzarines. Para ello, con mis dedos, fui amoldando cada parte de las flores para enfatizar la parte gestual de cada individuo. De esta manera es cómo surgió “las bailarinas”, una imagen con la que sí me sentí satisfecho.