«Siempre he admirado a quien pinta bien, pues nunca he sabido esbozar ni un simple monigote».
Era finales de agosto, cuando una lluvia caprichosa de verano lavó el plástico de una finca que tenía sembrada. Para que os hagáis una idea, a una superficie de 10.000m2 se le echa unos 800Kg de cal para reducir las elevadas temperaturas de un invernadero a unos 35º o 40º como máximo de temperatura para que la plantación no sufra y permanezca protegida. La verdad es que en horas puntas de calor se está mejor dentro que fuera.
Ese día, la lluvia lavó el plástico de casi todo el poniente almeriense provocando un colapso en las empresas especializadas en blanqueo por la altísima demanda de los agricultores que tenían siembras tempranas. Eran muchas héctareas para blanquear en un solo día, así que era imposible atender a todo el mundo a la vez. Fue un hecho de urgencia, pues un invernadero sin blanqueo puede dispararse a 50º o 60º de temperatura provocando deshidrataciones en hojas, perdidas de raíz y problemas en el cuello de la planta. En tan solo un día en esas condiciones de altas temperaturas puedes perder la plantación del año en tan solo unas horas, con perdidas económicas importantes. Son momentos donde cada hora es crucial para la muerte de las plantas. No se puede ni esperar, ni pensar…sino actuar con urgencia.
Aquel día no me lo pensé, no se podía esperar; Cogí el motor y la goma, me subí a la cubierta del invernadero y me puse a blanquear. La capa que iba aplicando no era homogénea como un especialista, ya que ellos disponen de un equipo especial donde la cal cae casi que en forma de polvo. Mi aplicación era irregular y a chorretones, la maquinaría no era para tal fin, pero sirve para afrontar una urgencia que se hacía agónica con el paso de las horas hacia medio dia. Después de cuatro horas subido en el invernadero salvé la plantación, pero lo que no sabia era el lienzo que había pintado con cal sobre plástico.
Tres semanas después, me subí a la cubierta del invernadero a cambiar un palo de la estructura que se encontraba roto. En ese momento descubrí un mundo maravilloso de texturas que se habían creado de lo más evocador. Estas texturas y figuras se había creado por el arrastre del blanqueo por exceso. Es parecido a lo que ocurre en la orilla del mar cuando baja la marea y arrastra sobre arena fina, se crean una serie de fisuras que pueden llegar a evocar árboles o raices. Gran parte de la cubierta se encontraba con estas figuras y texturas, sobretodo en las caidas de la estructura que es donde más arrastre se produce.
Ante un hecho así, no me lo pensé, fui a casa, cogí la cámara y me subí al invernadero. Creo que eran las doce de la mañana y me fui de allí a las cuatro de la tarde, sin comer nada, aquellas texturas alimentaban mi imaginación. No sabía hacia donde disparar, eran 10000m2 de lienzo y no podía avanzar. Había que tener cuidado donde se pisaba, pues la cal se descascarillaba rompiendo así parte del dibujo. Me faltaban tarjetas, todo era espectacular. Empecé a ver montañas, valles, rios, árboles… comencé a imaginar la naturaleza, aunque sin embargo me encontraba encima de un invernadero. Pensé en lo artificial que podía ser esta serie en el mundo de la fotografia de naturaleza, pero nunca me importó, pues la naturaleza estaba representada en aquel lienzo de plástico. Era un poco paradógico, porque a través del visor captaba paisajes invernales, mientras yo me encontraba sin camiseta en el mes de agosto. Hubo muchos momentos en la realización de las imágenes, en las que me sentí pintor, por supuesto que de una forma inconsciente y fortuita, pero lo sentí. El gigantesco lienzo de plástico, me recordó a las obras de Barceló pintadas en lugares grandísimos y poco habituales. Sin duda, es la serie más creativa que he realizado, pues el proceso ha ido más allá de lo habitual, pinté la naturaleza sin saberlo, la busqué con la imaginación y la capté con fotografías.
» Sin saber pintar ni un simple monigote,
pinté el lienzo de mi vida»
Agradecer a mi compañero Fran Rubia por las fotografías que acompañan el texto.
Podéis ver la serie en este enlace:
http://juantapiafotografia.com/galeria-porfolio/paisajes-de-cal-y-plastico
Que buena pinta Juan, estoy impaciente de ver el petróleo que vas a sacar.
Resulta que tenías un Tinto Blanco sobre tu cabeza y no lo sabías, ahora comprenderás mejor el Tinto de colores, en la fotografía todo lo que ves es suceptible de fotografiar, y hoy en día con los programas que tenemos a nuestra disposición podemos ser más creativos que nunca, nos acercamos a la pintura, a resultados casi pictóricos, hace 50 años se puso de moda la fotografía con grano, decían que era «artística», y solo las fotos así tratadas ganaban los concursos, yo pienso que cada dìa la fotografía se acerca más a la pintura y que ambas no son más que dos forma de reflejar para la posteridad unos instantes del mundo que nos rodea, es tratar de persistir en el tiempo. Abrazos.
Todas tus fotografias son una maravilla. Imagino perfectamente la abducción que sufriste 🙂
Por cierto, os habeis planteado pintar con helicòptero? Es rápido y en situaciones como la que explicas sería una buena solución. Lo que no se es si luego se forman estos paisajes tan increïbles. Un abrazo
Eres un artista como la copa de un pino, siempre innovando con esa mirada tan creativa. Me encantan. Enhorabuena!!!!
No sé si algún día tendré la oportunidad de acompañarte o no, de subirme sobre esos plásticos bañados en cal o no, pero que sepas que el deseo de hacerlo me invade momento sí y momento también.
Eres un puto crack!