PORQUE LAS COSAS CAMBIAN

Artículo de formación publicado en la revista a papel de IRIS #26

A través de este artículo, “porque las cosas cambian”, trato de explicar  mi camino hacia una obra más personal,  pues quizás sería preocupante observar que todo sigue intacto con el paso de los años. Tras 20 años en el mundo de la fotografía, me doy cuenta que mi archivo se ha convertido en un carrusel emocional de pasiones y miedos, donde continuamente van y vienen durante mi ya largo viaje evolutivo.

A lo largo de nuestra trayectoria en el mundo de la fotografía, tarde o temprano nos surgirá la necesidad de construir una obra más personal, algo que se convertirá en nuestro tesoro más preciado. Muchos autores lo conseguirán, otros en cambio no hallarán la “pócima mágica” que les conduzca a ello. Lamentablemente no existen grandes recetas para tal hazaña, al menos yo no las encontré, solo descubrí algunas reflexiones personales a modo de direcciones que me hicieron despertar en un mundo más íntimo.

Todos y cada uno de nosotros tenemos una personalidad como individuos que nos define y que nos diferencian del resto. El tiempo y nuestra maduración personal irán dando forma a lo que somos. De la misma manera, nuestra identidad tras el visor se irá forjando tras años de aprendizaje, profundas crisis, depuración de la obra y su evolución. Pero no debemos de obsesionarnos con este aspecto, pues únicamente se trata de hacer la fotografía que nos gusta, sin que nadie pueda estrangular nuestras necesidades artísticas. Pero realmente no es fácil, pues tendremos que romper con muchos de los bloqueos que normalmente nos mantienen presos hacia la libertad creativa, hacia nuestra obra más personal. No será una batalla de unas horas, ni de días, ni de meses; diría yo que es un conflicto eterno al que nos enfrentaremos durante toda nuestra vida artística.

Desde el punto de vista de la formación, considero que es un tema muy complejo, pues nadie nos puede enseñar a mirar de una determinada manera, y mucho menos a escribir con luz todas esas experiencias perceptivas, pues éstas deben ser siempre propias. Me encantaría construir una receta para ayudarte en esa búsqueda, aunque no es posible, pues solo tú eres dueño de escribir la sinopsis de tu obra. El ritual hacía lo personal no debe entenderse como algo forzado ni calculado, y mucho menos “comprado”; sino que se convierte en un acto puramente natural y espontáneo siendo fieles a nuestras pasiones. Aun así, durante el artículo veremos dos caminos que considero realmente importantes para la búsqueda de una obra más personal, donde nuestra creatividad y nuestras motivaciones se convertirán en “lugares” donde poder encontrarnos como autores.

DESCUBRIR NUESTRA CREATIVIDAD

En muchas ocasiones, confundimos la creatividad con hallazgos originales, aunque es un concepto que va más allá de un logro puntual. Desde mi opinión personal, creo que no tenemos porqué levantarnos cada mañana pensando en hacer “imágenes originales” para ser más creativos, sino que “la originalidad” surge en el momento que seamos capaces de imprimir identidad propia a nuestras fotografías, porque éstas pueden llegar a destilar nuestra esencia más pura para crear. El problema es que normalmente esta habilidad que nos pertenece y nos define a la hora de crear, se encuentra reprimida en muchas ocasiones por ciertos bloqueos que debemos esquivar a toda costa para alcanzar nuestra libertad. Los bloqueos perceptivos son aquellos que limitan nuestras capacidades para “ver” por nosotros mismos el paisaje, donde principalmente nuestros referentes se convierten en nuestro peor enemigo. Los bloqueos emocionales son aquellos obstáculos que nos ponemos nosotros mismos por nuestros miedos; ya sea a lo desconocido o a no ser aceptados. Los bloqueos socio-culturales son aquellos que provienen por la falta de recursos, normas establecidas o filosofías fotográficas. Es realmente importante romper con todos ellos para comenzar a descubrir nuestra creatividad.

Durante el proceso creativo, podemos imprimir nuestro sello más personal durante una fase de preproducción donde entra en juego la mirada personal, aunque también podemos hacernos visibles como autores durante la fase de producción y postproducción de nuestras imágenes mediante el lenguaje visual. Nuestra mirada personal será libre en el momento que seamos capaces de seleccionar aquellos motivos del entorno que nos causen algún tipo de emoción, y sepamos dejar nuestra reflexión hacía ellos por medio de nuestra interpretación. A grandes rasgos, hay miradas que se sienten seducidas por el mundo real y otras por el mundo imaginario. Nuestra manera de escribir con luz todas esas experiencias perceptivas también nos pueden llegar a definir por determinados aspectos técnicos, estéticos y narrativos. Todas estas características  propias a la hora de percibir y escribir con imágenes podrán llegar a conformar con el tiempo nuestra identidad fotográfica.

A lo largo de estos últimos años aparecen ciertas características que definen mi identidad fotográfica, aunque éstas nunca serán eternas, pues mis pasiones e inquietudes me llevarán a una continua evolución.

¿Cuál es mi identidad fotográfica actual?

  • Pasión por la fragmentación del paisaje ya sea con teleobjetivo u objetivo macro en busca de imágenes que no lo enseñen todo.
  • El realismo no suele aparecer en mi obra, pues siempre necesito esculpir a golpe de subjetividad todo lo que tengo delante de la lente en busca de imágenes sugerentes y abiertas para que el espectador participe de forma activa.
  • Me decanto por lo abstracto, aunque en mi evolución personal el mundo simbólico va cogiendo protagonismo.
  • Me enfrento a la creación tanto de una manera premeditada como improvisada, disfruto los dos procesos creativos.
  • Siento especial predilección por las composiciones sencillas y limpias. No me gusta el caos, aunque siento envidia cuando veo a determinados autores que lo saben ordenar.
  • Las texturas y patrones visuales me seducen con facilidad.
  • Busco reflejar mi personalidad con colores y luces suaves habitualmente, aunque hay momentos donde el cuerpo pide más agresividad.
  • Procesados muy “light” donde la fuerza de mi fotografía no busca ningún tipo de maquillaje, sino que radica en su contenido.
  • Los paisajes que más me apasiona fotografiar son aquellos que no ve todo el mundo; Los paisajes efímeros y los paisajes imaginarios.

DESCUBRIR NUESTRAS MOTIVACIONES

Sería  interesante reflexionar de vez en cuando sobre cuáles son nuestras motivaciones fotográficas, pues quizás podamos hallar algunas respuestas sobre nuestra posible evolución, estancamiento personal o “muerte inminente”. Nuestras motivaciones son esas fuerzas que nos empujan año tras año a madrugar después de una noche de fiesta, a sufrir el devastador frío del invierno o a soportar las eternas esperas de hide. En ocasiones, esas motivaciones tienen que ver con el mundo exterior, como pueden llegar a ser los encargos, el reconocimiento en concursos o los actuales “likes” de las redes sociales que alimentan principalmente nuestro ego, y que pueden llegar incluso a marcar las direcciones de nuestra obra convirtiéndose en la brújula de nuestro destino. Pero existen otras motivaciones que provienen de nuestro mundo interior y que considero vitales para nuestra evolución, como son nuestras inquietudes, curiosidades y deseos por crecer. Creo que es muy importante mantener un equilibrio entre ambas, donde nuestras apuestas personales se vean reconocidas para vivir cómodamente durante nuestra evolución. Pero la cruda realidad es otra, donde no siempre conseguiremos esa estabilidad; pues el reconocimiento nos puede llevar a estancar nuestra obra,  mientras que la falta del mismo nos puede hacer dejar la fotografía.

Durante todos estos años de  fotografía  he tenido que sobrevivir con mis pasiones, pero también con mis miedos. Me considero una persona perfeccionista, donde mis insatisfacciones y exigencias personales me han hecho caer en momentos de crisis y depuración en busca de ser mejor fotógrafo, no el mejor. Mis miedos siempre han estado girando en torno al reconocimiento, donde al principio lo busqué a toda costa; años después me producía fobia perderlo. Hoy día intento anteponer mis necesidades creativas al “éxito”, como crecimiento personal, sintiendo en muchas ocasiones el dolor de la frustración. La naturaleza y la expresión artística son las dos principales pasiones que se encuentran reflejadas en mi evolución personal. Sin lugar a dudas, mi necesidad por expresarme cada vez mejor a través de imágenes, es la que me lleva continuamente a crecer.

¿De dónde vienen mis pasiones?

Desde muy pequeño ingresé en una asociación de jóvenes naturalistas de Scout, donde surge mi pasión por los entornos naturales y el respeto hacia ellos. Esta experiencia de mi infancia, se vería reflejada tarde o temprano en mi fotografía. Durante aquellos años, también mamé en casa la expresión literaria de mis padres, dos  aficionados a la poesía que reflejaban todas sus experiencias perceptivas sobre un papel.  Siempre los admiré por esa capacidad para expresarse y hacer de cada palabra un suspiro. Es posible que surja aquí mi pasión por la expresividad, donde años más tarde por medio de la fotografía se manifestaría como inquietud.

ORÍGENES Y EVOLUCIÓN

Todo comenzó aquél día que decidí coger por primera vez una cámara de fotos, donde mis primeras intenciones eran documentar grandes momentos con la familia y amigos, algo que perduraría por mucho tiempo sobre un papel fotosensible a la luz. He tenido muchas aficiones a lo largo de los años, aunque la fotografía es la más longeva de todas. En el año 2002 ingresé en el taller fotográfico de mi ciudad, donde aprendí la parte técnica del equipo entre haluros de plata y su revelado bajo el romántico telón del cuarto oscuro. Durante estos primeros años de aprendizaje trabajé una fotografía genérica a través de temáticas como deportes, social y naturaleza. Al poco tiempo se produjo el primer giro importante hacia mi obra, donde la naturaleza se convertiría en mi musa. No se convirtió en una decisión al azar de escoger una dirección u otra, sino que mi pasión por la naturaleza que surgió en aquella experiencia de la infancia marcó el camino. Sin duda, se convirtió en un filtro natural que me hizo ser el único alumno interesado por la naturaleza de todo el taller.

Durante mi aprendizaje académico, mi profesora que estudió bellas artes fue sacando de mi poco a poco “el artista” que llevaba dentro. El taller anual siempre culminaba con una exposición sobre un tema en concreto. Ese año eran los espacios protegidos de Almería, donde realicé bellísimas fotografías de gran paisaje en el Cabo de Gata. Las críticas de mi profesora hacia aquellas imágenes llamándolas “postaleras” me suscitaron bastante frustración, aunque con el tiempo entendí lo que buscaba de mí. Poco a poco fui implicándome mucho más en descubrir mi creatividad, donde comencé a huir de lo evidente en busca de interpretaciones más personales.

En el año 2007 me entrego al mundo digital, dejando así el taller analógico. Me vuelco por completo en la fotografía de naturaleza,  y con ella surge una pasión pasajera por las aves que duraría tan solo cinco años. Fue una etapa fascinante, aunque tal y como me enfrenté a ella,  me llevó a una colección de especies donde nunca me reconocí como autor. De alguna manera, perdí esa conducta creativa que tanto me estimuló mi profesora, regresando nuevamente a una fotografía más “clásica”. Con el tiempo observé, que compañeros como Mario Cea o Mario Suárez sí fueron capaces de crear una obra propia entorno al mundo de las aves.

En el año 2009, descubro a una de mis grandes musas en la fotografía de naturaleza, Isabel Díez. La conocí mientras exponía su proyecto “Al Filo de las Mareas” en Fotogenio (Mazarrón). Comencé a seguirla, y gracias a ello descubrí al colectivo al que pertenecía, Portfolio Natural. Sin duda, un grupo de fotógrafos con una gran sensibilidad artística que me atrapó por completo. Tanto la fotografía de Isabel como la filosofía de Portfolio Natural se convirtieron en dos grandes referentes a quién seguir. Poco a poco me fui despegando del mundo de aves y acercándome al paisaje, donde comencé a fragmentarlo en pequeños detalles.

Durante este periodo de tiempo me surge la necesidad de construir una obra más personal, algo que llegó a convertirse en una  auténtica obsesión. En numerosas ocasiones me llegué a preguntar: ¿Blanco y negro o Color?, ¿Paisaje o Fauna?, ¿Realismo o Abstracción?, ¿Minimalismo o Caos?, ¿Fuerza o Delicadeza?,…Os confieso que me llegué a frustrar, pues no encontraba la “pócima mágica” que me llevara a la respuesta, ya que se convirtió en un proceso demasiado consciente para  la búsqueda de mí obra. Me olvidé por un largo tiempo de este aspecto y seguí disfrutando de todo aquello que me apasionaba.

En el año 2011, el proyecto didáctico “Un Año de Fotografía”  marca un antes y un después en el mundo de la fotografía, donde José B. Ruiz nos deleita con todos sus conocimientos. Durante dicho proyecto conocí a Fernando Puche a través de una MasterClass que impartió en él, la cual me hizo reflexionar sobre muchas de las direcciones que debía explorar en la búsqueda de mi obra. Me marcó tanto, que inmediatamente compré uno de sus libros, “el paisaje interior”.  Un excelente libro de fotografía sin fotografías, pero cargado de reflexiones muy interesantes para aquellos que necesitan descubrirse como autores. Ese mismo año, un viaje a Rio Tinto con Antonio Camoyán, nos hace ser testigos en primicia sobre una colección de abstractos realmente magistral,  una experiencia inolvidable y que a mí personalmente me inspiraría más tarde. Esta obra maestra, “El alma del paisaje” de Camoyán se expondría en el XIX congreso de AEFONA en Alcalá de Guadaira la cual fue todo un éxito.

Todo este cúmulo de experiencias propias con grandes referentes, nuevos aprendizajes y reflexiones fueron susurrándome  los caminos a recorrer. Básicamente, las direcciones fueron las cosas que más me apasionaban de cada fotógrafo, y que llegaron a formar los pilares sobre los que construí más tarde mi propia fotografía. Gracias a ellos, se me abren nuevamente las puertas hacia la creatividad, hacia un mundo más expresivo donde la propia imagen se transforma en una confesión de emociones, sensaciones e ideas. Se puede decir, que a partir de este momento comienzo a preocuparme por la expresividad, convirtiéndose en un aspecto vital hacia mi obra y evolución.

Poco a poco comencé a trabajar en soledad, un estado muy interesante para encontrarme conmigo mismo. Fui desarrollando mi creatividad, implicándome en todo momento durante mi proceso creativo. La búsqueda de aquellos motivos fotográficos que me causaban algún tipo de emoción y mi reflexión hacia ellos fueron sacando a flote poco a poco mi mirada más personal. Mis gustos, mis experiencias o mis inspiraciones se convertían en aspectos íntimos que pertenecían a mi mundo interior y que me llevaban a una obra más auténtica, aunque para ello tuve que romper con otros muchos aspectos que me tenían preso. Mis referentes, mis inseguridades y algunas filosofías fotográficas, fueron los tres obstáculos más persistentes en esa búsqueda. Mis referentes me marcaban el camino a seguir, por lo que comencé a alejarme de ellos para no caer en la “imitación”. Al principio, mis inseguridades venían por el miedo a no ser aceptado, con el tiempo aprendí a anteponer mis necesidades creativas a la aceptación de los demás. Desde el punto de vista sociocultural, tuve que huir de determinadas “imposiciones filosóficas” de concursos o instituciones que me hacían desviarme de mi camino.

Pasé lentamente desde la objetividad del detalle a la subjetividad de las formas bajo un nivel expresivo como el abstracto, donde se me abrió un nuevo mundo de posibilidades fotográficas. Esta manera de subjetivar la naturaleza me enriqueció muchísimo, llegando a descubrir los secretos más ocultos que encerraba un pequeño bosque de eucaliptos, donde los abstractos del Tinto de Antonio Camoyán tuvieron mucho que ver. Aquellas primeras imágenes no tuvieron la aceptación de cierto público, aunque siempre tuve la sensación de estar haciendo algo grande. Seguí trabajando con pasión en aquel bosque, consiguiendo una colección realmente importante, al menos para mí. Con el tiempo, Daniel Montero “llamó a mi puerta” interesándose por aquel trabajo, llamado “el color de su piel”. Fue publicado en la revista impresa IRIS Nº 21, consiguiendo portada ese año. Sin duda, fue el trabajo más personal que había hecho hasta el momento y el que me dio a conocer.

Con el tiempo me fui dando cuenta de que la búsqueda de una obra personal no debía de ser forzada, pues cuando prácticamente dejé de buscarla, apareció. Al final no fue tan complejo como parecía, ya que únicamente consistía en hacer lo que me apasionaba, pues el tiempo ya se encargaría de juzgar mi honestidad como fotógrafo. Eso sí, aprendí a alejarme de mis referentes, apostar por mis curiosidades frente a mis miedos y a romper con muchas filosofías fotográficas que me alejaban de mis pasiones.

Durante un largo tiempo continué bajo esa mirada subjetiva al mundo a través de la abstracción, que llegó a convertirse en una de mis señas de identidad. No quisiera provocar ningún equívoco, pues de una forma realista también podremos construir una obra personal, pues son muchas las características que nos definirán como autores.

Por el largo camino del aprendizaje, me volví a encontrar con otra persona muy especial, donde su obra me hizo volver a mirar de otra manera, formando así parte de mis experiencias. Un día, mis compañeros de fotografía me regalaron “Obras Maestras” de Chema Madoz, un libro pletórico de metáforas, alegorías, metonimias, paradojas,…en fin,  todo un universo cargado de poesía. Con el tiempo, comencé a nutrirme de otro nivel expresivo como es el simbólico, en busca de nuevas posibilidades fotográficas y nuevas formas de expresión. Se puede decir que pertenece al momento actual en el que me encuentro. Podría parecer que he traicionado a mi obra, aunque no lo veo así, pues nuestra evolución fotográfica siempre nos va a exigir adoptar una conducta receptiva y de continuo cambio, en la búsqueda de caminos nuevos que enriquezcan nuestra obra. Metafóricamente, podría decirse que sigo “en obras”, pues el día que decida no transitar por caminos desconocidos, ese día seguramente mi obra se estancará.

Estas dos imágenes reflejan mi paso de una fotografía «clásica» a otra más personal. De la primera a la segunda han pasado ya 10 años, y en ambas se reflejan dos de mis pasiones, la naturaleza y la expresividad. La fotografía de la izquierda, muestra en el pico Mondoto un árbol desafiando la gravedad en el abismo del valle de Añisclo. Junto a esta, una imagen captada en la cubierta de mí invernadero que busca simbolizar a través de una metáfora visual, un paisaje invernal de la naturaleza.  

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2 respuestas a PORQUE LAS COSAS CAMBIAN

  1. Guillermo Rubio dijo:

    Hola Juan … hace tiempo …
    Tus pensamientos en cuanto a la fotografia son muy interesantes … seguir a referentes o buscar reconocimientos son situaciones que devastan la progresión creativa …
    Dejar que tus sensaciones, a través de la mirada interior, fluyan a través de ideas e imágenes que no son visibles para los demás, pero que son las que nacen de ti, refuerzan un camino que cada uno debería seguir … es una forma de sentir que es personal y a través de la cual cada uno es capaz de trazar una línea creativa única
    Por supuesto, esto significa cambios progresivos en el tiempo y no renuncias a lo previo … uno debe seguir su camino sin miedo a lo nuevo, eligiendo nuevos caminos que nos llevaran a descubrir nuevos logros que nos satisfagan tanto o más que los previos
    Enhorabuena por tus reflexiones que solo cuentan los momentos por los que la creación pasa y que debe ser el camino que todos debemos seguir para sentirnos conformes con nosotros mismos, no con los demás que son meros espectadores de nuestras sensaciones, pero que, sin duda, serán el publico que nos pondrá a prueba con sus opiniones

    • Juan Tapia dijo:

      Que alegría tenerte por aquí Guillermo y muchas gracias por dejar un mensaje. Estoy totalmente de acuerdo con lo que comentas, un fuerte abrazo.

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